Ahora que ha terminado la feria en mi ciudad, retomamos una pequeña historia que ocupa su lugar con presencia en la estantería de libros, publicada en 1.983.
Nos encantan estos rescates y los hacemos protagonistas.

Patatita
Pilar Molina LLorente
Ilustraciones de Marina Seoane
Editorial SM, 3ª edición, 1985.
Con el escenario de fondo de las fiestas de un pueblo, en donde no faltan el tiovivo, la noria, farolillos de colores, gigantes y cabezudos, los tiros y hasta los churros, se desliza la entrañable historia de un niño, Patatita, y su perro Caldero.
Patatita debe tener unos ocho años. Es gitano y vive con su familia en un carro grande y viejo del que tiran una mula blanca y otra gris. Viajan de pueblo en pueblo, de feria en feria, actuando con un trapecio, levantando pesas, dando volteretas, y todos intervienen: los padres, tío Manuel, el abuelo y Patatita.
Mientras Patatita pasea por el pueblo, descubre que Caldero, su perro, al que le había puesto el nombre del mismo color que la olla donde su madre hacía la comida, había desaparecido.
– ! Caldero! !Caldero!
Le subió la pena a la garganta.

Y aquí comienza la bonita e intensa aventura en busca de Caldero.
Patatita saldrá solo de noche con la fuerte convicción de encontrar a su perro, su querido perro, porque es mucho el cariño que le tiene y entre ellos, aunque a los adultos les cueste comprenderlo, hay una complicidad única.
Este libro está lleno de vida. Es una historia de otros tiempos en nuestra cultura, no por ello inexistente en otros lugares, ni falto de experiencias humanas que siempre suceden: la relación de los niños con los animales, las familias ambulantes, la consecuencia de nuestros actos, el respeto a los mayores, el amor de la familia, la amistad…
La autora pone en juego un texto sencillo, dispuesto en cortas líneas, al que no le falta un rico vocabulario, diálogos, exclamaciones e interrogaciones, y un lirismo muy cercano a la metáfora y al doble sentido que animan al lector a poner en marcha muchos recursos de lectura:
Aprovechó que la luna
estaba contando los juncos,
y atravesó el río por la fila de piedras.
Luego, continuó
por un camino muy estrecho
que parecía hecho por gallinas.
Eran muy pocos pinos
y estaban casi secos.
Pero movían sus brazos delgados
como si tuvieran muchas cosas
que contarse.

“Los personajes de mis libros solucionan sus problemas y toman sus decisiones pensando frente al lector, enseñándole cómo funciona la capacidad del hombre de saber, comprender, calcular, sopesar, juzgar, dirigir…y a través de ese pensamiento hacerle sentir el valor de su dignidad de ser humano, la belleza de cuanto le rodea, y los sentimientos y las emociones que le definen como ser trascendente.”
Pilar Molina Llorente
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Etiquetas: fiestas, gitanos, infancia
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