Este es uno de lo cuentos de la infancia que más me gusta escuchar.
Lo escucho una y otra vez, y no me canso de volver a él.
Es cierto que lo tenía deslavazado en mi memoria y me di cuenta de ello hace años, cuando escuché contarlo a Ana Griott .
-Cuenta Paporco, Ana, cuéntalo otra vez,- le decía cada vez que nos encontrábamos.
Esta historia me llevaba hasta la cocina de casa, cuando tenía pocos años y el lechero iba cada día. Mientras medía la leche y la echaba en la cacerola que mi madre tenía preparada para hervirla, él nos contaba cuentos.
Eran cuentos cortos en los que siempre había alguna retahíla, un poco de escatología y algún susto que, aunque supiésemos el momento en que llegaba, siempre lograba que diéramos un respingo en la silla.
En todos estos cuentos cortos había algo de Paporco.
Y aquí está Paporco hecho libro.
Cuando lo toco, me lleva a aquella cocina y veo perfectamente a Miguel, el lechero.
Paporco viene de la tradicional oral, de los cuentos de abuelas que avisan a las niñas y a los niños de su pequeñez ante un mundo enorme.
En esta historia no falta ni un ingrediente de esta tradición: un gigante que come niños, la pobreza y el hambre, un poco de caca, las madres y abuelas y cómo no, un ratito de miedo.
El final lo dejo para cuando lo leas.
La historia logra crear una tensión especial.
Sucede en un pueblo pequeño, que podría ser perfectamente el tuyo.
Enseguida sabemos de la existencia de un monstruo que tiene hambre y puede llegar a comer niños. Es un gigante desagradable, feo y con una voz muy grave.
Hay que llevarle cada día una buena ración de comida.
Pero un día, cuando Pedrín le lleva una cazuela de albóndigas en salsa y una gran torta de maíz al horno que ha hecho su madre, el olorcillo del guiso despierta también el hambre acumulada del niño que sin poderlo remediar, se come toda la comida para el monstruo.
Y aquí comienza el conflicto. ¿Y ahora qué?
Pedrín no es tonto, menos mal que es bien listo e ingenioso. Pronto encuentra una solución con la que con un poco de suerte, podrá engañar al gigante: ha metido en la cazuela un montón de cacas de cabra del mismo tamaño que las albóndigas, y ha encontrado una enorme caca de vaca parecidísima a la torta.
Esto no sé si al gigante le gustará, pero ya os digo a que a los niños les encanta este remedio. Sus risas y sus caras de asco son un espectáculo.
Ya tenemos una solución para el conflicto, pero ¿el monstruo lo aceptará?
Como bien imaginas, este monstruo tampoco es tonto. Esto no ha colado para nada y el enfado que se pilla es tremendo.
-¡Ya te veré esta noche, Pedrín! – le dice desde lo alto de su oronda casa.

Ilustraciones de Jesús Gabán
Editorial Libros de las Malas Compañías
Soñé hace tiempo esta historia en libro.
Gracias Ana Cristina, por tantas historias y tanta vida.
Una preciosidad de libro como no podía ser menos con una autora como Ana Cristina Herreros y un ilustrador fuera de serie como es Jesús Gabán.¿Puedo darlo a conocer en el grupo que tengo en el FACE «Sobre la LIJ», dando la referencia de Biblioabrazo? Un abrazo Amparo Vázquez
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Claro que sí, Amparo.
Un abrazo
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No conocía el libro ni la historia y me parece muy intrigante. ¡Muchas gracias!
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Lo es. La tradición oral es tremenda. A mí me gusta mucho más este cuento narrado, pero tenerlo en papel, garantiza aúnmás que no se olvide 😉
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Vale, muy bien, pero deslavazado se escribe con v, no con b.
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Gracias, corregido 😊
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Me recordó un poco a otro cuento, se llama Tío Lobo. Es un cuento de la tradición oral italiana. En el próximo Leecuentos que haga en la biblioteca será uno de los que lea. Como siempre, gracias por descubrirme estas joyas!!
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Este Paporco es la bomba. A mí me encanta 🙂
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