Ayer por la tarde leímos en voz alta en casa esta preciosa historia.
La lectura no duró más de veinte minutos pero perdimos la noción del tiempo escuchando con emoción lo que sucedía en el relato.
Las historias de niños y las historias de perros me encantan.
¡Qué bien escribe Mónica Rodríguez!. Te empuja al relato enseguida, te atrapa irremediablemente porque lo que sucede dentro del libro parece tan real como lo que pasa afuera.
Todo se precipita cuando el preciado cuchillo de acero y madera caucásica de Vitenka, el padre de Karina que tiene algo más de ocho años, se cae de su bolsillo al subir a su coche.
Karina, con el cuchillo en la mano, corre tras el coche y su padre que se alejan por el camino sin lograr detenerles. De vuelta a casa Karina decide coger un atajo y se adentra en el bosque. Al poco tiempo percibe que se encuentra perdida. Afortunadamente Naszka, una perra vieja, que duerme fuera de casa y a la que Karina y sus hermanos le tienen un gran cariño, se ha pegado a ella y le acompaña en esta aventura llena de tensión, en un tiempo de frío en el que Grusha, el viento del norte, al igual que los lobos de la noche, ya comienza a aullar.
La historia es muy emocionante. Vencer los miedos y peligros del bosque, del frío, de la soledad y de la noche no será nada fácil.
Aunque es una historia actual, me lleva hasta los cuentos tradicionales en donde los niños perdidos, el bosque, la superación de las dificultades, la compañía de alguien amigo y la resolución afortunada de la historia, nos deja una huella en la memoria.
Pero hay más. No son solo los sucesos. Las palabras de la autora te hacen sentir: el aire frío te corta la piel, las hojas crujen bajo tus zapatos, ves el vaho del aliento, hueles la tierra húmeda, y sientes el calor de la piel de Naszka y de los brazos de Vitenka.
Esta maestría en el oficio de escribir hace que una historia se convierta en una buena historia.
» Yo tenía ganas de llorar. La noche fría ardía en mis párpados. Pasé la manga por la nariz y aspiré fuerte. Naszka no desfalleció. Dio dos pequeños ladridos y movió su rabo. Me miraba, con las orejas grises alzadas y ya era una sombra. De su hocico salía un velo caliente. Echó a andar, volviendo la cabeza para comprobar que le seguía.
-¡No podemos caminar por la noche, Naszka! Es mejor que esperemos al día. Busquemos dónde dormir.
Naszka volvió a ladrar y comprendí que debía seguirle. Ahora Grusha aullaba muy alto. Rompía contra los troncos y las ramas, sacudiéndolos. Y yo le hablaba.
– Grusha aún no es tu tiempo. Es pronto. Todavía es otoño. ¡Vete lejos!
A veces sobre los ojos caía aguanieve muy menuda. Mis pestañas estabam congeladas. La nariz, las mejillas y los dedos de las manos, de tan fríos, no los sentía. Naszka se detuvo y movió el rabo, contenta. Sus ojillos brillaban. Saltó y desapareció de mi vista, como tragada por la tierra. La llamé asustada. Entonces su cabeza asomó del suelo. Estaba hundida en una pequeña cavidad que tapaban los líquenes y las raíces de los árboles.
-¡Bueno, no está nada mal para pasar la noche, Naszka!- admití.»
Naszka
Il. Zuzanna Celej
Editorial Milenio, 2018
Leer a Mónica Rodríguez siempre siempre es un placer 🙂
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Es verdad. Te deja siempre huella.
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Qué maravilla!
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Sí. Es una lectura perfecta para un club de lectura infantil, o para que la profe (o elprofe)lea en voz alta a sus alumnos.Ánimo!!
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Jajajaj!! No me había dado cuenta que eras tú!!
Maravilla tú !!
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