Quizás, una vez que se aprende a volar, uno ya no puede quedarse en tierra.
Aún quedan muchas lecturas por delante en este verano, pero ésta ya se ha quedado prendada en mi memoria.
El viaje de la familia Knitter dibuja las vacaciones perfectas en una circunstancia única en la vida: la infancia de los hermanos juntos, cuando la compañía más grata y buscada es la de los padres.
En este momento de familia, ni padres ni hijos necesitan mucho de otras compañías. Se crea un espacio mágico y podemos llegar a vivirlo dos veces: como hijos y como padres.
El viaje de la familia Knitter
Ilustraciones de Anna Castagnoli
Editorial A buen paso, 2016
La historia parte de una situación clavada a la de estos días: ante el sofocante calor del verano, la familia decide salir de vacaciones y es tal el deseo, que lo hacen volando.
¡Volando!
!Volando de verdad!
Tal y como lo hemos imaginado hacer tantas veces. El sueño eterno del hombre de poder viajar como un pájaro.
Y se abre el camino de este viaje liberador con un vuelo parecido al de Peter y Wendy con sus hermanos, buscando la naturaleza refrescante, salvaje y poderosa hasta llegar a una isla.
El lugar es como un paraíso familiar. Entre animales y vegetación, pescan, se bañan, juegan y miran las estrellas como lo hiciera Van Gogh en una Noche estrellada.
La libertad acaricia la piel.
Volver a la familia con los Knitter me ha gustado mucho.
Recordar aquellos días de descubrir el mundo en camada, la necesidad de sentirnos cerca, reclamar las miradas y hacer piruetas delante de todos para demostrar nuestro valor y buscar el abrazo en el descanso.
Estos días de verano son especialmente bonitos por lo que tienen de liberadores, por vivir los días sin reloj, porque hay espacio para planes inesperados. Si acaso te habías olvidado de que todo esto es posible, la familia Knitter nos cuenta que podemos volar.
A través de la frescura y la ensoñación de las ilustraciones, este viaje es pura vida que ojalá, abriendo los brazos y dando un brinco, podamos alargarlo más allá del verano.
Quizás -se decía la familia Knitter – el vuelo nunca terminara. Quizás, una vez que se aprende a volar, uno ya no puede quedarse en tierra.
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Muchas gracias por esto magnifico post.
Para buscar l’estilo, he buscado en mi memoria esta sensación de libertad llena de seguridad de las vacaciones de cuando estube niña.
Anna Castagnoli
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Justo eso es lo mismo que he sentido yo al verlo y leerlo. He vuelto allí.
Me ha parecido precioso ese final en el que la familia se convierte en liberadora: un sueño.
Gracias, Anna
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