Pasé de tener abuelos, a que mis padres fuesen abuelos y en estos últimos años muchos de mis amigos se han convertido en abuelos. ¡¡La vida corre que vuela!!
Ahora conozco de cerca a más abuelos y abuelas que nunca y casi todos están «piraditos perdidos» con sus nieticos.
Lo cuenta muy bien Mari Carmen Díez en su libro de poemas ABUS.
Desde que sus nietos Liam y Noah aparecieron en su vida todo es como un torbellino de mariposas que le hace sentir que vive por primera vez (otra vez) las cosas más cotidianas de la vida.
Ser abuela le genera una emoción acumulada que hay que darle paso de alguna manera y escribiendo le alivia y le sujeta «el alma para que no se desboque cuando me miras, o cuando no lo haces. Tengo que acostumbrarme a tus presencias y a tus ausencias. A conocerte y a soñarte. A tenerte y a no tenerte. Tengo que acostumbrarme a ti…»
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